play_arrow

keyboard_arrow_right

skip_previous play_arrow skip_next
00:00 00:00
playlist_play chevron_left
volume_up
chevron_left
  • Home
  • keyboard_arrow_right Especialistas
  • keyboard_arrow_right LOS ÚLTIMOS DÍAS DE VIDEGARAY EN LA SHCP

Especialistas

LOS ÚLTIMOS DÍAS DE VIDEGARAY EN LA SHCP

Romina Román 12 de octubre de 2016


Background

La vorágine de críticas en la que se vio envuelto Luis Videgaray por ser el artífice de la visita a México del candidato a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, generó en el entonces secretario de Hacienda una enorme irritabilidad con sus más cercanos colaboradores.

En la última semana como titular de la SHCP, a Videgaray nada le salía bien y su gente lo notaba en sus exigencias diarias. En las áreas más cercanas a la secretaría, se hablaba de que su primera petición era tener su Dunkin Donuts en su oficina a las 7.30 de la mañana.

Se cuenta que se molestaba por cualquier cosa, hasta porque su personal incluía colores que no le gustaban. El secretario se debatía entre la idea de renunciar o no en una etapa clave para la economía del país: la discusión del presupuesto para el 2017.

Su dilema era seguir o separarse de su cargo ante el efecto adverso que había tenido su intervención en el arribo de Trump a México y el impacto tan negativo que ello había generado en su amigo Enrique Peña Nieto.

Nos cuentan que al momento en que se empezó a correr como pólvora su mediación con el equipo de Trump, decidió no salir a dar su versión. Tampoco quiso decir que fueron los colaboradores del estadounidense quienes se pusieron en contacto con él y quienes le insistieron en la conveniencia de pactar una reunión. ¿Ya para qué hablaba?, si las cosas habían salido mal y el daño ya estaba hecho.

A partir de ahí, Videgaray se dedicó a concentrarse y a trabajar a marchas forzadas en la preparación del presupuesto para el 2017, pero a la par, evaluaba la fecha más conveniente para su salida, ya que la mala percepción que había entre la población de su persona era irreversible.

En pocas semanas su imagen se desmoronó y acabó con lo que había construido. En sus primeros cuatro años del actual gobierno, los altos círculos del poder le llamaban el vicepresidente, ya que aunque su cargo era de secretario de Hacienda, intervenía no sólo en asuntos de su competencia, sino en temas de seguridad nacional, de política exterior, entre muchos otros; su influencia en el Jefe del Ejecutivo era absoluta.

Quienes trabajaron muy de cerca de él, aseguran que palomeaba a los secretarios que podían ver al presidente Peña, lo que generó el descontento de muchos de los integrantes del gabinete, debido a que argumentaban que era algo que no se había visto en la historia reciente de México.

En las horas previas a su renuncia, Videgaray pasó de la irritabilidad a la melancolía y cuando se le preguntaba qué seguía en su carrera política, sólo decía que su intención era despedirse del servicio público y regresar a lo suyo, que era el sector privado.

Tache para el Senado

Los que de plano se llevaron un tache fueron los altos mandos del Senado, ya que a pesar de haber firmado un Convenio entre su entonces presidente, Roberto Gil y el Jefe de Gobierno de la Ciudad, Miguel Angel Mancera, la Cámara Alta decidió ignorar los compromisos que asumió por escrito el 16 de agosto pasado para apoyar los trabajos de la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México. 

Tras instalarse el 15 de septiembre, la Asamblea habrá celebrado dos sesiones incluyendo la citada para el día de hoy, martes 20.

Conforme al convenio, el Senado se comprometió a prestar los servicios parlamentarios para la conducción de las sesiones.  Sin embargo, ya iniciados los trabajos de la Asamblea, el Senado guardó silencio e ignoró a la Asamblea cuya Junta Instaladora debió solicitar por escrito el apoyo de la Secretaría de Servicios Parlamentarios de la Cámara de Diputados para poder sesionar.

Todo ello generó molestia en los constituyentes por que aducen que los dejaron colgados.

Así las cosas…

Previous post